Un día despertamos con el mundo patas al cielo, es como si una catástrofe gigantesca hubiese invadido nuestros pilares, derruyendo todo lo que construimos durante años.
Asumimos las pérdidas, lloramos el sentimiento, sobrellevamos el duelo, respiramos de nuevo, aprendemos a bordear caminos, fieles a los principios que un día nos inculcaron.
Delante de nosotros una luz al final de un camino, una mirada que nos invita a acreditar que nuestro corazón aún puede palpitar, un horizonte que nos hace avalar que aún podemos construir un mañana.
Creo que al igual que otrora nos dejamos encantar por la magia del sentimiento. Tomamos la decisión y emprendemos el camino, ese camino que pretendemos sea en entrega total, olvidando que con el paso de los años nuestras vivencias marcan huellas muy difíciles de borrar.
Hace poco oi un experto que decía somos 30 % herencia y 70 % aprendizaje, ahora lo entiendo.
No me arrepiento de hacerlo dejado todo para ir tras el Amor que sentí como arco iris se abriéndose delante de mis ojos, deje mi empresa, mis hijos, mis nietos, mi comodidad para ir al encuentro de un Amor, que creí vibrar al igual que el mío, al menos así yo deseaba, al menos así lo creí.
No me di cuenta que una alma marcada por duros instantes jamás podrá borrar los miedos, temores y fantasmas. Creo que él logro desvincularse de quien un día le lastimo, al menos juridicamente, pero siguió atado a su yugo.
Es como ese animal maltratado, por más cariño que le de su nuevo amo, basta apenas un segundo para que algo pueda desencadenar en un instante todo un revivir de dolor.
El estar comenzó a ser distinto, la distancia marco presencia, el silencio levanto los muros, el caminar separados construyo historias. Las dudas los miedos revivieron y como Tsunami inclemente entro en la costa y destruyo todo a su paso, los sueños, las certezas sí es que algún día ellas fueron sólidas.
Lo que si puedo decir es que me entregue plenamente, cuando el brillo del Amor invade la mirada, no hay lugar en los ojos sino para quien amamos.
Podemos reconstruir una ciudad luego de su debacle, lo que jamás podremos nunca es devolver la fertilidad del campo que el salitre carcomió, y lo que un día fue jardín se convirtió en suelo árido.
Hoy aún digiero las palabras, trato de entender sus dudas, y vivo el silencio, el distanciamiento sin derecho a replica, pues su corazón se cubrió de su negro pasado. Y nada que pueda decir será verdad, para quien vivió en primera persona un mundo de falsedad.