Llevo en la sangre el vendaval de una tormenta
Que huele a hogar dulce en noches de conversas
Por un instante descifro mis sueños en un ideario con memoria
Y caigo en mí conversando conmigo misma
Atravesada en el alma por la pena triste e inmóvil
Recordando en el verde y rojo de una rosa una bandera olvidada
Siento el vuelo suave de los ángeles viajeros que me toman
Para llevarme junto a los brazos que me amaron sin medida
Me dejo aprisionar lentamente saboreándome el recuerdo
De aquel manjar de oro que en la mesa tibio para mi mantenías
En las flautas escucho tu timbre de voz y me elevas a tu cielo
Yo te llamo en esas paredes de piedra
en las calles estrechas de tu pueblo
Olor a sargazos olvidados y sigo gritando en el silencio
Donde las sombras, es dueña y señora de todo y de la nada
Donde la noche tiene sabor a silencios